viernes, 1 de abril de 2011

Le portrait de Diu

I

Le portrait de Diu

Fui agarrándome de ti,
De tus ojos,
Campanarios llenos de palomas,
Y tu pecho encendido como un lucero solo. (Carmen Matute)

¿Soy mala?
¿Te lastimo?
¿Rompo tus sueños
Me monto en tu espalda
Juego sucio
Miento y olvido?
Qué buscas
¿Martirio?
No eres corazón
Digno de este altar (El Sacrificio, El amor de Yocasta; JOHANA GODOY)

Leí sentado en mi sofá, con las piernas cruzadas como quien teme estar dispuesto a escuchar o a ser escuchado. –Así soy yo, dije a mi interior, confirmando que me siento identificado con estos versos que traen a mi mente, los recuerdos de Antonia, quien nunca se sintió amada por mí. Soy hipócrita, miento, lastimo, me burlo de todos, no amo a nadie, siento que soy Dios y a medida que transcurren los días, tengo el presentimiento que he cometido algo de lo que no me arrepiento.

El reloj marca las 17:32, la lluvia de acido sabor y translucida esencia, cae repentinamente sobre los techos rojos del convento de Nuestra Señora de Guadalupe; los hermanos al percibir el aroma de las piedras recién húmedas por las gotas suaves de la lluvia, hacen apresuradamente el esfuerzo de salir, para entrar de los tendederos el atuendo café con el que simbolizan la humildad, la sencillez, la virtud, el sacrificio y el desapego de las banales posesiones terrenales y son un ejemplo para los creyentes de pueblo de San Cayetano Mártir. Ha sido más la prisa con que los hermanos han corrido para buscar su hábito, que el de la lluvia por mojarlos. Las gotas ya no caen, el cielo está despejado; esto es a lo que la gente llama canícula.

Desde mi ventana puedo ver la hermosa playa de arena amarilla y el azul-celeste del mar, que ola tras ola lleva hacia la playa pequeños cangrejos que dentro de algunas horas aparecerán nadando en las cacerolas de sopa, para la cena en honor del éxtasis de Sta. Teresa (la de Ávila no la de Avignon), que dicho sea de paso, es la patrona de los poetas españoles y es quien tiene mi devoción particular.

Tengo una buena vida, como buen fraile doy misas los domingos, confieso viejas que dándose golpes de pecho, se arrepienten de no haber recibido el cuerpo y la sangre de Cristo el domingo anterior, pensando así, que han ofendido no solo a nuestra santa iglesia, sino a la trinidad misma por no aceptar el sacrificio del unigénito hijo de Dios, regresando a lo que iba diciendo, solo dar misa, confesar y leer forman parte de mis oficios; por lo que recibo comodidad sin mucho esfuerzo.

La inmensidad del mar que esta frente a mis ojos me hace sentir que he cometido algo de lo que no me arrepiento, intento recordar, pero, no puedo. Se me nubla la vista de pesar por simple hecho de sentirme culpable de lo que no percibo.

Las campanas suenan una vez, dos veces, tres veces. Es hora de entrar a misa. Salgo de mi
habitación, a paso apresurado voy por el pasillo que conduce al centro del convento, este pasillo es tan oscuro como el pesar que embarga mi alma por el no saber de qué se me acusa, justo en el centro está la gran puerta de madera con ángeles grabados y en su centro decía:

¨En una noche oscura, con ansias, en amores inflamada¨ (Noche Oscura; San Juan de la Cruz)

Abro la puerta y entro, ya están la mayoría de mis hermanos cantando el himno propio para esta fiesta:

¨Tras de un amoroso lance,
Y no de esperanza falto,
Volé tan alto, tan alto,
Que le di a la casa alcance¨ (Teresa de Jesús)

La capilla está iluminada a la luz de velas, en el centro está la mesa adornada con una gran variedad de flores rojas y blancas, el aroma del incienso se expande por todos los rincones. Me siento en mi lugar, abro el salterio indicado, cierro los ojos y comienzo mi oración. El olor a pétalos de rosa me hace recordar al olor de tu piel, cuando acabas de salir de la bañera, me recuerda la textura suave de tus pechos que están excitados por el toque de mis dedos sobre el contorno de tu cuerpo, mientras tu voz jadeante y satisfecha mantiene en ebullición la esencia de mi virilidad esperando el momento oportuno para la transustanciación de nuestras almas, con la potencia creadora y vivificadora del cosmos. Suave y delicadamente las gotas de tu sudor resbalan sobre tu piel caliente y delicada, hasta llegar donde la vida se une con el placer y es en ese momento donde vuelas tan alto, tan alto que, sientes al mismo padre fusionar el cuerpo y la sangre de Cristo con la migaja de trigo y la copa de vino que son ofrecidas por la salvación de la humanidad. Sientes que esa humanidad traspasa tu cuerpo como la lanza del querubín traspasa el corazón de Teresa, la llena de gracia.

Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu…
Este es el cuerpo y la sangre de Cristo,
Venid a comer y beber de él
Amén.
Mi cuerpo, con rapidez, queda lleno de una nueva energía, queda repleto de una conciencia nunca antes conocida, es la conciencia de quien ha encontrado la unión con su yo interno. Así como el Ying Yang representa la estabilidad de las fuerzas contrarias del cosmos, mi alma y mi cuerpo se encuentran en estabilidad con su creador. La misa ha terminado. Me levanto y como la gacela que huye de su predador, corro hacia mi habitación donde me espera la ventana abierta, el sonido del mar y una buena ducha para parar la fuerza del palpito de mi corazón.

No hay comentarios: