viernes, 21 de septiembre de 2012

El Invisible


Una noche en que los tambores, las liras y las cítaras sonaban a lo lejos.  Se hizo presente ante mí la visión de una bella dama, no veía su rostro, pero sabía que era hermosa porque de ella emanaba un brillo incalculable y suave, tenía en la  mano una trompeta, en la otra un pergamino con inscripciones en una lengua desconocida y al ver la corona dorada sobre sus preciados cabellos de mar, supe en ese momento que mi misión era importante. Su mirada era tan fuerte y profunda que sentí como la inspiración me invadía y me llevaba a decir:
-   ¡Oh Musa de la Bella Voz! Que das al poeta las palabras exactas para imitar la natura y al músico las notas para transformar al hombre, has ahora que tu abyecto mensajero se envista de invisible manto, para que su vista y oídos sean testigos del incalculable valor del hombre.
En aquel instante mi cuerpo sintió como la musa de la bella voz, soplaba un viento tan ligero, que me parecía ir desvaneciéndome en el aire a tal punto de sentirme intangible a las cosas de los hombres, mi aspecto ya no era de un hombre común, porque yo ya no lo era.
El sonido de los tambores y las citaras cada vez es más fuerte, tanto que traspasa mi corazón y me lleva a sentirme en un transe del que no quiero salir… Diruba… Diruba… Diruba… Diruba… veo a las doncellas recitar; sus hermosos cuerpos danzan con movimientos suaves y precisos junto a la delicada música de los tambores y las cítaras. 
La de la Bella Voz, se alejo en un parpadeo y de pronto aparecí a las afueras de una majestuosa ciudad.

Las brillantes luces y el calor intenso de los cuerpos en la pista de baile, hacen que esta fiesta sea, como llamaban los romanos, un verdadero bacanal.  Las hermosas mujeres como las ninfas, de cabellos color de luz y piel de durazno danzan al compás de la música, como poseídas por Dionisio, en un éxtasis de movimiento que seduce hasta al más valiente e ingenuo de los sátiros que se encuentren a sus cercanías. Del otro lado de la pista la espuma cae del cielo como avisando el momento de las Afrodisias cerca del Ágora de las antiguas ciudades de la laudable Grecia.
A lo lejos está un joven alto, con rasgos celtas muy pronunciados, sus ojos oscuros como la noche brillan con el reflejo de las centelleantes luces que lo rodean; su aspecto no pasa desapercibido frente a la muchedumbre, el sudor que cae de su frente parece invitar a un misterioso juego de placer que solo El Marqués de Sade podría entender.
Embriagada esta la profunda noche de apetecibles bebidas y alucinógenos ofrecidos por Dionisio, a los comensales de tan privilegiado bacanal. El joven de los ojos de noche se acerca a Dionisio y le pide le  
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Recuerdo que de niño visité esta ciudad, pero ahora me parece tan distinta, es como si el tiempo hubiese pasado tan rápido y las costumbres hubiesen cambiado que parezco ser un hombre de antaño.  Los hogares sencillos y pequeños han quedado en el olvido, parece que la ciudad de mis recuerdos quedo deshabitada o destruida por la inclemencia de los nuevos cambios.  Los hermosos palacios están deshabitados, pero ahora parecen ser visitados por personas de diferentes regiones.  Las personas se visten diferente, las mujeres usan ropa de hombre y muchos de los hombres usan ropas ajustadas a sus cuerpos.  Es un mundo distinto, no es la ciudad que conocí. 
-   ¡Oh Calíope! ¿Cuál ha sido la razón por la que me has traído a un mundo y a una época no antes vista por mis mortales ojos?
Puedo ver a un joven alto de cabellos oscuros como la noche, sentado en la barra de un pequeño bar (es extraño, no conozco nada de esta nueva cultura, pero reconozco el nombre de las cosas)
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La Música envuelve mis sentidos y se hace vivir mil de un vuelo, como santa teresa sintió la lanza del ángel traspasar su corazón, así mi corazón siente como la música transporta experiencias y sentimientos que hipnotizan hasta lo más profundo de…

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