Es interesante como me hago
llamar escritor sabiendo que en la mayor parte de mi vida solo me la he pasado
imaginando, creando mundos que solo existen en las profundidades de mí
ser. Creyendo como las personas pueden
llegar a cambiar, como pueden conseguir todo lo que desean con el simple hecho
de pensarlo. A veces quisiera que las
historias que escribo, bueno, que están en mi mente fuesen realidad; no solo es
porque soy el protagonista, sino porque en verdad son sueños puros que me darán
felicidad. Eso creo. Esta es la excepción
a esas historias. Mi nombre es Romel
Caplan, y soy escritor; bueno eso es lo que la gente dice. También se dice que los escritores somos tan
sensibles que con solo voltear a ver la inspiración susurra un bello soneto en
nuestros oídos. Algunos dicen que un
escritor pasa su vida entera escuchando jazz escondido del bullicio de la gente
para evitar distraerse. Otros, si
embargo, creen que los escritores somos tan ajenos y extraños al mundo que
siempre frecuentamos los bares mas sórdidos y enigmáticos para encontrar en el
alcohol un sentido a la vida llena de desgracia que hemos vivido. Pues les
cuento que esto no solo es una gran mentira, y se los digo yo, que soy
escritor; bueno eso es lo que la gente dice.
Si, me gusta el jazz. Sí, bebo
como enloquecido por la sensación que me produce el olvido. Si, me gusta alejarme del bullicio de la
gente, pero es solo cuando me siento triste, solo y con el ánimo por el
suelo. Si, volteo a ver y en muchas
ocasiones encuentro inspiración, mas la musa no susurra mas que el deseo de
descansar de la rutina de mi día.
No soy más que un simple hombre
que al ver pasar los años se ha dado cuenta que no ha trabajado mas que
disfrutado el tiempo que pasa en su oficina.
Si, solo sentir que la productividad
de lo que hago es suficiente para llenar los años que he pasado huyendo del
matrimonio (solo me gustan los encuentros casuales, sin compromisos), de los
años que no he visto a mi familia (saben que soy lo que no querían, entonces
les ahorro el verme).
Aunque, el ruido de la soledad en
mi apartamento me incomoda sé que es la mejor opción que en su momento pude
elegir. No soportaría a ver a los niños
saltar sobre los muebles, ni a una mujer que todo el día estuviese esperando
que con su comida yo la quiera más. No,
he nacido para ser libre, las ataduras de la gente común no se hicieron para un
hombre como yo.
Soy escritor, pero nunca tengo
las historias en mi mente, con simplicidad escribo lo que viene a mi cabeza en
cualquier momento, aunque no lo hago seguido, pero me gusta sentir el hecho que
disfruto de escribir cuando pienso en ganar un premio Nobel de Literatura, y
mucho más cuando pienso que puedo corregir hombres de Maíz. Lo que si comparto con Miguel Ángel, es el
gusto por las hadas verdes y lo fascinante de las palabras, más cuando suenan y
se sabe que representan algo.
Los escritores somos así. Como cualquier persona, sentimos hasta donde
queremos sentir. Nos emborrachamos,
algunas veces creemos en Dios y otras nos creemos Dios. Fuimos creados y creamos, sin duda las
palabras son el mayor signo de dignidad como son el mayor signo de
estupidez. Los escritores hacemos esto
porque queremos ser leídos, nos gusta la atención sobre nosotros, lloramos de
alegría y tristeza, nos reímos y peleamos, somos seres comunes, la musa nos
habla tanto como te habla a ti, solo que nosotros nos volvemos locos por
escucharla. Tú y yo somos tan iguales
que incluso nos gustan los hombres.
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